El-Sanatorio-De-La-Sabinosa
El Preventorio Marítimo La Sabinosa fue construido en 1929, de acuerdo a los planos del arquitecto Francesc Monravà i Soler. Se encuentra en una pequeña península entre las grandes playas de Rabassada y La Sabinosa, en Tarragona, Catalunya.
Su arquitectura pertenece a la de hospitales “de unidades múltiples”. Cada bloque del conjunto tiene solo unos pocos pisos, con cuatro alas principales flanqueando un edificio central.
El hospital es como un pueblo pequeño, donde uno puede encontrar calles y avenidas, pequeñas plazas, fuentes y pabellones. Se destaca el trazado simétrico, mientras que los alrededores son magníficos y protegidos.
Construido originalmente para albergar a pacientes de tuberculosis, después de la Guerra Civil Española, el sanatorio fue usado para propósitos más oscuros.
Por décadas éste fue el lugar donde generaciones de niños huérfanos del Régimen Franquista fueron encarcelados y maltratados en el lugar más idílico.
Uno puede encontrar muchas historias sobre este oscuro periodo y detalles de las tragedias que ocurrieron dentro de los muros del sanatorio, especialmente en el blog de Scila.
El complejo del hospital hoy en día está completamente abandonado desde su desalojo en 1976, poco después de la caída de la dictadura de Franco.
Sin embargo, todo empezó perfectamente este día caluroso de Agosto.
Mi padre y yo dejamos la villa familiar con las ganas de evitar el calor abrasador del mediodía. Excepto por los corredores matutinos, la playa estaba desierta. La verja no sería un problema, pero al escuchar perros ladrando desde el lado en que el hospital da a la ciudad, decidimos empezar por el lado del mar y el acantilado.
Pabellones tras pabellones, todos vacíos y sucios – no esperaba mucho más. Esperábamos que la increíble localización y bella arquitectura del hospital hiciera la visita lo suficientemente interesante. Pequeños patios, plazas, corredores laberínticos…Cada ventana ofrece una vista única de la ciudad, los acantilados y el mar. La vista desde el techo del edificio central resultó ser asombrosa.
El sol estaba empezando a pegar fuerte, las fotos estaban empezando a ser buenas para la basura. Era la hora de volver a casa. Nuestra última parada fue la parte trasera del sitio, el último pabellón. Éste, como los anteriores, se ve vacío. ¡Pero no! Un perro enorme asoma su cabeza por la puerta, o lo que queda de ella y luego corre de vuelta hacia el edificio. Ambos agarramos un palo y nos retiramos rápido buscando la puerta de salida.
Antes de poder avanzar unos pocos metros, un hombre sale gritando desde la puerta. No es un perro lo que concentra nuestra atención, sino un caballo blanco. Él es seguido de verja por un muy enojado y gordo gigante.
De ahí todo sucede más rápido. El habla catalán y nosotros solo español. Muy enojado, demanda mi tarjeta de memoria. Él tiene un caballo y yo solo un palo. Lo tiro lejos y digo: ¡Vámonos! Él empieza a gritar aún más a medida que ata su caballo a un árbol y nosotros nos alejamos para sacarle algo de ventaja. Dándome vuelta, esquivo por poco un tablón que vuela por el aire. Esto es serio y digo: ¡Corramos!
Y vaya que corremos: son las 11 en punto y hacen más de 30° C. Corremos por todo el camino principal hasta la entrada principal, pero es demasiado alta para escalar. Nuevamente me doy vuelta para ver al gigante humeante, rojo de ira. Trata de hacer un atajo a través del páramo puntiagudo. Toma un montón de piedras y las lanza salvajemente en nuestra dirección.
Corremos aún más rápido y las piedras pasan silbando a nuestros oídos. Nos separamos y finalmente alcanzo la verja. Es intimidante, ¡Es tan alta! No hay tiempo para desarmar mi trípode o guardar mi 5D. Escalo incómodamente, con mis brazos llenos de equipo fotográfico, trepando con más adrenalina que fineza y yo mismo me corto al rodar sobre el techo. Corrimos por el acantilado. Un pescador nos mira desconcertado y luego se agacha para cubrirse, mientras las rocas caían desde el otro lado de la verja.
Luego de un momento y de más sorprendente atletismo, finalmente, ¡La playa!
Desgraciadamente Yo tambien estuve alli,y lo que comentan Gregorio y Juan Antonio es absolutamente cierto.Un actual compañero de trabajo,que tambien estuvo en esa epoca,año 59-60,recuerda junto conmigo,como hacian comer esa asquerosa comida a los que la vomitaban,a mi me hicieron comer varias veces debajo de la mesa camilla que habia a la entrada del pabellon por no acabar de comer a tiempo...leer las cartas....revisar los paquetes que recibias...y los tortazos que nos daban en formacion si se nos bajaban los brazos en cruz...en fin...Maltratos ? brutales diria yo,y con 6 añitos.Conservo dos fotos de un pequeño grupo en la playa y otra del conjunto del pabellon.Un saludo amigos
1998-2018 (c) - www.Forbidden-Places.net - Contact